DANI ORVIZ

POETA+SLAMMER+SHOWMAN

CAPÍTULO IX: Un trío accidentado.

Posted by on Apr 3, 2020

 

 

Capítulo 9.

 

Un trío accidentado.

 

 

 

El frío metal del cuchillo brillaba reflejando la luz irreal de la dantesca escena, y cuando Davor lo cogió en su mano, sintió que su peso se hacía mucho más ligero de lo que había imaginado, casi como si el propio objeto supiese su función y estuviese dispuesto a cumplirla. En su hoja plateada, Davor vio como en un relámpago el reflejo de los ojos brillante de Ana y su sonrisa llena de afilados dientes.

—Ana…yo…yo no intiendo…no intiendo esto —dijo con voz dubitativa—¿Qué todo esto?

—No tienes nada que entender, tonto —contestó ella con voz sensual— lo único que tienes que hacer es clavarle el cuchillo en el pecho, ahí en la parte de la izquierda, y arrancarle el corazón. Luego nos lo comeremos a mordiscos mientras aún está latiendo.

 

Davor miró a la chica desnuda, que sonreía de oreja a oreja. Él, como hombre de éxito, por supuesto que había tenido cientos de experiencias sexuales de lo más extremo y extraño, y desde luego estar allí con su pareja y otra chica desnuda y atada no era nada que le sonase a nuevo. Pero había algo allí que no acababa de encajar. ¿Sacar el corazón y comerlo? Quizás hubiera gente a la que eso le podría excitar, pero no a él. Después de todo, en el fondo él seguía siendo un chico sencillo y de campo. Y, la verdad, también le resultaba difícil aceptar que a Ana pudiese gustarle…

—Pero…pero…Ana ¿para qué esto?— repitió confuso— ¿quién esta chica?…¿Y quiénes…esos de ahí?

Un poco más apartadas de la escena, casi en la esquina de la gran sala, había tres figuras encapuchadas y con boina que no habían movido ni un sólo músculo hasta el momento.

—Bueno, ya que nos alude…—dijo la figura más alta— y teniendo en cuenta que aquí no pintamos nada…cagonlaleche…nosotros queríamos preguntar si nos podemos…

—¡¡SILENCIO!!—gritó Ana—¡Vosotros os quedáis ahí hasta que yo diga!

—Perdón, perdón—dijo el hombretón. Y las tres figuras se volvieron a quedar tan quietas como estatuas.

—Ana, Ana…—dijo Davor recordando la conversación del vestuario— todo esto muy raro. Pero yo sé. Yo conosco. Todo esto …iscosiente colestivo, Ana. Esto que ti pasa es sólo iscosiente…yo intiendo.

—¡Venga, hombre!— dijo la chica de la mesa con tono alegre— ¡Clávalo de una vez, y acabemos la escena, que todo iba muy bien hasta ahora!

—¿Lo ves? —dijo Ana— Hasta ella te lo pide. ¿Crees que te lo diría así si ella no estuviese de acuerdo con esto? —y entonces acercó su cara a la de Davor, y le susurró muy cerca de la boca, dejando que su lengua rozase brevemente sus labios— Venga, Davor…clavaselooo.

 

Davor miró a Ana, y miró a la chica de nuevo. Bueno, pensó. Quizás Ana tenía razón, y aquello no era más que un juego erótico en el que nadie corría ningún peligro. Si la chica lo decía tan alegre debía sin duda de ser así. Y además, no podía negar que las últimas palabras de Ana, con aquella sensual voz, le habían producido un leve cosquilleo entre las piernas. Quizás aquello podía no estar tan mal. Lentamente, Davor cogió el cuchillo con las dos manos y lo levantó sobre su cabeza. “Sí, así”, susurró Ana, y en los ojos de la chica atada también notó el temor mezclado con la excitación. Sonó un trueno que estremeció toda la casa. En algún lugar, el disco se había quedado atrancado y sólo sonaba “se me enamora…se me enamora…se me enamora”

—Clávalo, Davor —ordenó Ana— Ahora.

Y Davor dejó caer el cuchillo sobre el pecho desnudo de la chica.

 

La chica gritó. Un chillido agudo que se clavó en el tímpano de Davor, igual que el de los cerdos en el matadero. Había sangre en el cuchillo.

Hubo algo, sin embargo, que impidió que la acción se llevase a cabo del todo. En el medio de la caída, un pensamiento fugaz. Su compañero Hierro, diciendo “hay cosas que no se explican”. Algo en el fondo de la mirada de Ana, algo que no era ella. Casi al final, Davor había parado la fuerza, y el cuchillo sólo había entrado unos centímetros en su carne. No lo bastante para causar ningún daño serio, pero sí lo suficiente para dejar que la sangre saliese, y para causar dolor. La chica detuvo de pronto su grito agudo y comenzó a escupir palabras.

—¡¡Hijadeputa!!¡¡Pero grandísima hija de la gran puta!!— gritaba— ¡Que es de verdad! ¡Que me ibas a matar de verdad! ¡Pero si me dijiste que era para ensayar una escena para una película de terror, hija de la gran puta!! ¡Y me has tenido aquí un día entero atada, mamona! ¡Y yo pensando que era todo de mentira y que me iban a contratar como actriz! ¡Desátame ahora mismo, hijadeputa! ¡Que me desangro! ¡Que me desangroooooooooooo!

Los gritos hicieron que Davor volviese a la realidad. ¿que había pasado? Todo era muy extraño. Por un momento había pensado de verdad en sacarle el corazón a la chica. Todo aquello era una locura, en aquel lugar había una energía malvada. Fuese lo que fuese, el inconsciente colectivo o lo que fuese. Había que salir de allí. Sin entender nada se giró de nuevo hacia Ana, pero Ana ya no estaba allí. Su cuerpo seguía presente, sí. Pero en su manera de mirar y movers e estaba claro que su alma ya no era la suya, sino de otro ser muy en consonancia con la energía que reinaba en el sitio.

 

—Lo sabía. Sabía que ibas a ser otro pedazo de pusilánime que no iba a ser capaz ni de clavar un cuchillito —dijo con la mirada llena de odio— porque aaaay…aaay…menuda soy yo para detectar a los cobardes. Para detectar a los in—com—pe—ten—tes. A los a—com—ple—ja—di—tos. Aaay, no quiero clavarlo. Aaay…que le voy a hacer daño. Está claro que voy a tener que hacerlo yo. Dame el cuchillo, pedazo de gusano cobarde. Ahora mismo.

—Pero Ana, tú…—dijo Davor temblando.

—¿Ana? —contestó Ana— ¿Qué Ana? Ana ya no está aquí, idiota. Yo no soy Ana.

—¿Que no es Ana? ¡¿Que no es Ana?!—dijo la chica de la mesa— ¡Encima! ¡Hasta en eso me ha engañado la hijadeputa! ¡Ya, ya me extrañaba a mí que me llamase de repente y que me propusiese esto de la escena, y que al llegar estuviese ella sola y no hubiese cámaras, y que me atase y todo esto! ¡Y ahora resulta que no es ni Ana! ¡La ostia, vamos!

—Sí es Ana —dijo Davor poniéndose tras la mesa, muy cerca de su cabeza —es culpa de iscosiente colestivo…y del ying y el yung.

—¡Inconsciente colectivo mi raja!—gritó la chica— ¡Mi raja, me oís! ¡Que me desatéis ahora mismo! ¡Que aquí pa atar, y pa tríos y pa guarradas lo que haga falta, que a nadie le amarga un dulce y una por su sueño de ser actriz lo que sea! ¡Pero que ostias de sacar el corazón y comerlo nada, eh!

—Cállate, pelandusca —dijo Ana acercándose a la mesa tan lentamente como un ave de rapiña.

—Sí —asintió Davor —mejor que tú calles.

 

Pero antes de que Ana se abalanzase como una bestia, Davor saltó hacia adelante, y con su velocidad de deportista de élite cortó de tajos certeros las cuatro cuerdas que sujetaban a la chica, la cual sólo tuvo que girarse para caer de lado de la superficie de madera. Ana cayó con un golpe seco sobre la mesa, que se rompió en pedazos, y gruño con furia arrancándose las astillas de la piel.

—Os voy a matar, pedazo de mediocres— masculló— os voy a matar.

Y volvió de nuevo a saltar como un animal, tan rápido que a Davor y la chica casi no les dio tiempo a esquivarla. Con sus uñas, Ana atravesó la camisa de Davor y rasgó la piel de su brazo, haciendo que la sangre brotase. Luego se quedó en su sitio y se relamió los dedos con gusto.  Mientras lo hacía, Davor agarró fuerte a la chica por el brazo.

 

—Escucha—susurró— ahora yo me lanso a ella. Cuando yo haga, tú corre a puerta y vete.

—Pero…te matará —dijo ella con miedo.

—Me mata…o no. Vemos si soy más fuerte que iscosiente.

Acto seguido y mirando fijamente a Ana, Davor dejó caer el cuhillo al suelo, y antes de que lo tocase, con un grito de furia, empujó a la chica hacia la salida y se lanzó sobre Ana. Ésta tuvo un instante de sorpresa en el que no supo cómo reaccionar, lo que le sirvió a Davor para agarrarla fuerte de las muñecas y comenzar el forcejeo. Con ojos rojos de furia, la que no hace tanto había sido la mujer más deseada del país y parte del extranjero se retorció soltando espumarajos por la boca, gritando, intentando morder, con una fuerza que Davor jamás le había visto, aunque sí le había adivinado en sus tórridas noches de amor. Davor resistió fuerte, sabiendo que le iba a resultar imposible resistir aquella fuerza eternamente. Por suerte, él no quería resistir para siempre. Sólo lo suficiente.

Entre el ruido del forcejeo, Davor escuchó el inequívoco sonido de la puerta del jardín, y comprendió entonces que la chica había logrado escapar. Era la señal que estaba esperando.

—¡Alto!¡Alto!—gritó. Y lo repitió hasta que Ana cejó en su envites violentos.

Cuando ella hubo parado, lentamente soltó sus muñecas, y sin dejar de mirarla a los ojos se levantó.

—¿Qué haces, estúpido? — dijo ella furiosa— Me lo estaba pasando bien…

—Yo istoy hasiendo eso que tú quieres, Ana —dijo Davor yéndose un poco más allá y agachándose de nuevo.

—¿Eso que yo…?— masculló Ana confusa.

—Sí, Ana —dijo Davor— Yo ti quiero…y si tú dises quieres comer corasón, yo doy corasón a ti.

Y abriendo la mano, mostró lo que había cogido. Era el cuchillo reluciente y afilado, que aún tenía rastros de la sangre de la chica en él. Luego, con su mano libre desgarró los botones de su camisa y mostró desnudo su vigoroso y varonil pecho, mientras le ofrecía a Ana el cuchillo.

 

—Si quieres corasón, tienes corasón —repitió— pero no de chica inosente, sino el mío. Venga, coge cuchillo y clávamelo.

 

 

(Continuará…)

 

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